RESEÑA – BABY DRIVER

RESEÑA – BABY DRIVER

21/06/2017 0 Por Oscar Velázquez

En Baby Driver, el director Edgar Wright se dispone a hacerte pasar un muy buen rato. Nunca ha sido de los cineastas que esperan cegarte con el lustre de su currículo, el cual incluye comedias que repiensan géneros, como la película de zombis Shaun of the Dead y las aventuras policiacas de Hot Fuzz. Wright trabaja para encantarte, tanto que se nota el zumbido de su maquinaria cinematográfica aunque quizá no tanto el esfuerzo que esta hace. Y es que quiere que su filme resulte sencillo y relajado, aunque sobre todo desea que luzca genial, con un protagonista, Baby (Ansel Elgort), que a momentos se mueve con la gracia de Gene Kelly o le saca humo a las llantas como Steve McQueen.

Baby, aprendiz del crimen es la conducción de un vehículo con motor renovado y un hermoso trabajo de pintura; todo se basa en el movimiento, a veces en la quietud y en cómo un hombre hermoso puede verse (sentirse, parecer y ser) mejor cuando se mueve de manera incansable, sincopada y gloriosa. La primera vez que vemos a Baby —ese es su apodo, que además le queda a la perfección a Elgort, con su rostro angelical y su complexión esbelta— ocupa el asiento del conductor, donde debe estar. El auto no parece la gran cosa; solo es una caja color rojo cereza con puertas y un alerón. Como nosotros, Baby está esperando que comience la acción, al parecer aislado del mundo exterior con sus gafas de sol y sus audífonos.